Johnny despertó por unos extraños ruidos y encontrarse que estaba solo en la cama, sin la compañía de su mujer. Aún algo atontado siguió el rastro de aquellos ruidos y llegó hasta el garaje para para ver a Katsuni enfundada en un mono de trabajo con muy poca tela, más bien un bañador, y el cinturón de herramientas alrededor de sus caderas, tratando de arreglar el motor de su coche. Pero no era aquello precisamente lo que preocupaba a Johnny en esos momentos, sino más bien su trempera matinal, elevada si cabe por la sensual y excitante imagen de Katsuni. Ella no tardó en darle lo que buscaba, ocupándose de su erección con maestría. Posiblemente esta exótica joya francesa valga para todo, pero donde mejor se desenvuelve es bajo las sábanas, en el terreno del placer y la lujuria.
Eres una maldita perra que me cauass una parazon de guevo que quiero reventarte ese culo y llenarte de leche la boca castigarte como una puta que no quieras guevo por lo menos en una semana